Entrevista a Magdalena Álvarez Seminario sobre la dictadura de 1955

En el entorno de Perón, ¿hubo cambios?

Y… se nota, sí. Se nota porque falta la instancia, Evita era la instancia de Perón, indiscutiblemente. Todo, cualquier cosa era Evita. Era el escudo de Perón. Tal es así que Evita muere y Perón está intacto. Perón no se discute, no se tenía nada que decir de Perón porque estaba Evita.

¿Cómo recuerda golpe de estado de 1955?

Tengo muy presente el día que nos bombardearon. Por poco me toma a mí en plena Plaza de Mayo. Yo estaba en la Unidad Cultural de Diagonal Norte y Florida, en el primer piso. Les cuento cómo fue. Con Juanita Larrauri habíamos ido hasta las CGT, donde estaba la señora Eva Perón desde el día del sepelio, y cuando volvimos ella siguió al Congreso y a mí me dejó en Diagonal Norte y Florida. Como estaba el ambiente muy caldeado, las cosas estaban mal, la señora Delia Parodi había citado a todas las mujeres de la Unidad Cultural para hablarles de que tuvieran cuidado, que estuvieran atentas en las Unidades Básicas, que se cuidaran y todas esas cosas. Cuando llegué ni bien subí al primer piso cayó la primera bomba. Nos quedamos sin ascensor. ¡imagínese, trescientas mujeres había adentro! Y todas querían salir.

Para colmo, la cosa empeoró cuando se metió una mujer, que no sabemos quién era, la agarró de los brazos de la señora de Parodi y le dijo que sacara a las mujeres a la calle porque había bombas de tiempo en el sótano. Entonces Delia Parodi, me dijo: “Magda, tratá, sin decir lo que pasa, de que las mujeres vayan saliendo. La que quiera, la que no, no, porque me dijeron que hay bombas de tiempo en el sótano pero eso no lo digas porque sino se matan todas a golpe”. Claro, no podían salir porque cuando llegaban abajo, era una metralla impresionante. Había cuatro tipos en el medio de la calle, de rodillas, con ametralladoras, tiraban, tiraban, tiraban, tiraban, así… a los hombres los levantaba por el aire la metralla. Terrible, eso lo viví. Las chicas no podían salir. Una bomba cayó y explotó en el segundo piso del Menéndez Behety que está enfrente, hirió a una chica en la espalda pero no fue mucha cosa, pero si hubiésemos salido nos mataban a todas… Esa fue una traidora sin vergüenza… una mujer de otro partido…

Cuando pasó el último avión ya era de noche y estaba oscuro. Serían las siete y pico, casi las 8 de la noche. Delia Parodi les decía que salgan, que no se iba hasta que no saliera hasta la última mujer, y amiga que salían se metían en el subte.

Cuando nosotras salimos no se podía caminar. Los autos No andaban porque las gomas estaban todas baleadas. Un desastre. Nos fuimos a la casa de una amiga de la señora Delia Parodi. Esa noche fuimos al Departamento de Policía para pedirle algún coche para ir a visitar a las mujeres heridas, que había cualquier cantidad. Entonces el jefe de policía nos puso dos coches y fuimos las dos con unos policías. Estaba toda la ciudad oscura porque se temía que volviera a pasar.

Comenzamos a recorrer hospitales. En todos nos encontrábamos con los directores en los halls, cada uno en el suyo; cuando llegaba la señora Delia Parodi le ofrecían pasar a la morgue pero no se lo aconsejaban porque decían que nunca habían visto una cosa igual, baldes de intestinos pegados en la masa encefálica, una cosa terrible… yo he visto los corredores llenos de muchachos muertos, todos muertos.

En este momento decidimos visitar solo a las mujeres que estaban heridas y no entrar a las morgues porque no había nada que hacer ahí. Los granaderos de la Casa de Gobierno estaban bajo máscaras de oxígeno, todos baleados en el estómago, en el tórax, gravísimo. Así que esa sí que te puedo decir que la viví muy de cerca, muy de cerca, muy bravo.

¿Recuerda cómo fue su detención?

Después del golpe de estado de 1955 yo estuve detenida 26 meses, privada de la libertad, pero no me hicieron ni un solo cargo por ser diputada peronista. Sin embargo, por ser peronistas estuve 26 meses privada de la libertad, estuve 26 meses fuera de mi casa. Terrible la persecución que nos han hecho, terrible.

Estuvo en la cárcel de mujeres, pero no mucho tiempo, habré estado un mes y pico, eso fue antes de salir el asunto de “Traición a la Patria”, a mí me vino a ver una junta compuesta por un militar del ejército, uno de aeronáutica, uno de naval y un sacerdote, en total eran cuatro. Ellos no fueron haciendo pasar a un cuarto y ahí nos interrogaban, nos hicieron un montón de preguntas, si teníamos dinero, si teníamos propiedad, si teníamos esto o lo otro, bueno… de esa declaración se desprendía si salíamos en libertad o no. Yo hice la declaración que tenía que hacer, si nos se exigían hacer en la Cámara tal o cual cosa, ¡que esperanza!, a mí nunca me exigieron hacer nada, y a mis compañeras tampoco. Yo hablo por mí. En ese momento. A mí jamás me exigieron nada, nunca.

¿Qué imagen le quedó de Evita?

La recuerdo como una mujer muy fina, amable. Cuando la conocí era una muchacha muy joven, pero parecía más joven de lo que era. Uno no podía creer la fuerza que tenía. No era posible imaginar que esa fuerza pudiera salir de ese cuerpo. La fuerza que tenía en lo que decía, cómo lo decía. Porque ella, por ejemplo, era muy distinta. Yo por lo menos la veía así, muy distinta de lo que era conversando con nosotras y lo que era en el balcón.

Cuando estaba en el balcón descargaba todo lo que sentía, y se emocionaba con esas multitudes que la aclamaban de una forma increíble. Era una cosa única, única. Cuando estaba con nosotros también, pero esa fuerza que ponía ella en el balcón era algo increíble, increíble. Hablaba muy bien. Por ejemplo ¿cómo le puedo decir? coordinaba en todo lo que decía, no saltaba de una cosa a otra. Sabía conversar muy bien; en el balcón a lo mejor saltaba de una cosa a otra y lo que sentía lo decía, y no le importaba continuar con lo que estaba diciendo porque a lo mejor no le parecía tan importante como lo que decía ¿entienden? No sé cómo explicarlo. Se dejaba llevar por los sentimientos, por lo que realmente sentía. Y ese sentimiento lograba transmitírselo la gente. Ella tenía esa cosa.

Yo soy de las que piensan que no hubiese, a lo mejor, existido una Evita sin un Perón. Entiendo que Perón fue su maestro; era un hombre sumamente preparado, inteligente, porque hablaba de todos los temas como si él fuera el profesional y todos se quedaban asombrados. Por supuesto, él tuvo sus enemigos, sus detractores, gente que no creyó en él, muy capaces, sin embargo cuando conversaban con él, cambiaban de parecer. Yo digo que Evita y Perón son seres privilegiados que se encontraron en este mundo en el momento indicado.

Por eso nosotros tenemos la obligación de transmitirles a los más jóvenes lo que estas dos personas fueron. Por eso en mi casa somos todos peronistas. Tengo tres sobrinos, bien peronistas. Desde que mi padre se nacionalizó para votarlo a Perón no hemos dejado de ser peronistas.

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