Economía nacional o saqueo globalista
Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
Durante las últimas semanas se difundieron cifras alarmantes en distintos medios acerca de la situación del desempleo hoy en nuestro país. En septiembre se registró la caída de 70.000 puestos de trabajo en 12 meses, de los cuales 28.900 se perdieron entre agosto y septiembre. Asimismo, en los últimos 3 años, el empleo industrial perdió 107.900 puestos. Mientras tanto, las empresas de distintos sectores anuncian que no hay perspectivas de contratación para los primeros meses del año próximo. Una alta tasa de desempleo no es sólo un problema para ese sector que perdió o que no consigue un trabajo. Cuando el desempleo crece, los ingresos y condiciones de trabajo generales empeoran, lo que provoca un empobrecimiento de todos los trabajadores y trabajadoras. Además, esto lleva a un menor poder de negociación colectiva del salario y a tener que defender los pocos puestos de trabajo existentes.
Esta situación se hace más preocupante a la luz de la pobreza que efectivamente crece en nuestro pueblo. De acuerdo a los últimos datos del Observatorio de Deuda Social de la UCA, en el último año aumentó del 28,2 al 33,6% los argentinos que se encuentran bajo la línea de pobreza, es decir, aquellas familias cuyos ingresos no alcanzan a cubrir los costos de la Canasta Básica Total que incluye bienes y servicios, además de alimentos. Más escandaloso todavía es el 51,7% de pobreza de los menores de 17 años: uno de cada dos chicos y chicas de nuestro país vive en un hogar que no alcanza a cubrir todas sus necesidades.
Es importante recordar cuál es la visión de la Argentina que tiene el Gobierno Nacional: en diversas oportunidades Macri dijo que esperaba que nuestro país se convierta en el “supermercado del mundo”. En este sentido queda claro que CAMBIEMOS tiene como objetivo profundizar la dependencia a las potencias limitando la economía a la agroexportación e importando los productos industriales. A su vez, el agro genera poco empleo en relación a la industria lo que explica los números antes mencionados.
Macri también insiste con la idea de “abrirse al mundo”. Este eufemismo repetido hasta el hartazgo, en realidad, implica la pérdida de capacidad de tomar decisiones sobre la economía del país. Es decir, en lugar de poner a la economía al servicio de los intereses del Pueblo, el gobierno pierde soberanía sobre la política económica para poner el sacrificio de los trabajadores en beneficio de las grandes empresas multinacionales.
Frente a los resultados de sus 3 años de gobierno y su política económica que va en contra de los intereses del pueblo (empobrecimiento, desempleo y precarización), el gobierno no retrocede sino que profundiza esta matriz de primarización de la actividad, de apertura a importaciones, dependiente de los capitales extranjeros y más vulnerable a los vaivenes de las economías de los países centrales.
Para Cambiemos esta matriz era la que nos llevaría al éxito, pero llegó a la presidencia cuando el mundo que se está “cerrando” (en cierta medida, como reacción a sufrir las consecuencias de la globalización y trasnacionalización política, económica, social y cultural que hegemonizó la política internacional en las últimas 3 décadas). Este proceso de un “mundo que se cierra” implica menor circulación de los capitales de inversión en el mundo porque están volviendo a sus países de origen. Es decir, el macrismo se encontró con un mundo que no quería “apostar” por Argentina a pesar de todas las “ventajas” que les prometían a aquellos inversores que nunca llegaron.
Pero no solo eso complica el panorama económico mundial: la producción argentina (y de la mayoría de los países) debe competir con la producción china, donde un sistema dictatorial mantiene los salarios y la calidad de vida de los trabajadores mucho peores que en nuestro país, por lo que la producción se vuelve más “barata”. Si tener más desempleados empuja la economía a que haya peores salarios y más pobreza, a nivel global (si no se tomaran medidas al respecto) los salarios bajos en China y sus países periféricos empujan a que bajen los salarios en todo el mundo para poder competir. La “apertura” económica del gobierno argentino, en este sentido, nos lleva a empeorar las condiciones de vida de los trabajadores al enfrentarnos económicamente con estos países.
Nos encontramos, entonces, con el modelo macrista de país en el que el crecimiento de la producción nacional, el desarrollo tecnológico propio, la especialización y educación de calidad no son necesarias, y esto se ve en cada una de las medidas que adopta. Además, a nivel internacional, el “factor China” intensifica en el gobierno la idea de que es necesaria una constante degradación de las condiciones de trabajo y de salarios de nuestro país para ser “competitivos” a nivel global.
En un contexto de devaluación brutal, de inflación que se come los ingresos de trabajadores y trabajadoras, de precarización e informalización de la actividad laboral, en el que incluso el tener una fuente de trabajo no garantiza a las familias llegar a fin de mes y tener seguridad y estabilidad económica, necesitamos recuperar soberanía política para lograr la independencia económica. Como peronistas, sabemos que solo a través de la soberanía política y la independencia económica podremos llegar a la justicia social que tanto necesita nuestro pueblo. Debemos pensar a la Argentina en el mundo en el que nos toca vivir y generar un modelo económico en el que el trabajo digno esté garantizado para todos sus habitantes. Es fundamental tener un proyecto a largo plazo en el que la economía esté al servicio de los intereses del pueblo. Y, para lograrlo, el desarrollo industrial —que es el que genera más empleo— debe volver a tener un lugar central en la Argentina para que podamos crear fuentes de empleo de calidad.
El modelo macrista lo conocemos y sabemos a dónde nos lleva: al hambre, a la pobreza, a la indignidad. Debemos disputar el poder político para generar las transformaciones necesarias para que en nuestro país todos los niños y niñas —que son los únicos privilegiados— tengan un plato de comida y la posibilidad de estudiar; que los trabajadores tengan salarios y condiciones dignas de trabajo; que los y las estudiantes sepan que al finalizar sus estudios habrá puestos de trabajo para ellos y ellas; que nuestro país deje de estar atado con la correa de los grandes poderes económicos globales. Necesitamos un Estado que sea capaz de representar los intereses del pueblo, porque “la verdadera Democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo”.