Cuaderno Peronista Nº6
Cuadernos Peronistas es una publicación de la Agrupación Felipe Vallese orientada a facilitar el estudio y la formación de los compañeros mediante la difusión de documentos y materiales históricos de nuestras luchas nacionales.
En el quinto aniversario del 17 de octubre
Discurso de J. D. Perón el 17/10/1950 desde el balcón de la Casa de Gobierno
Compañeros:
Un nuevo 17 de octubre nos reúne en esta plaza de nuestras glorias para recordar el día en que los descamisados argentinos señalaron el camino a la Patria. Mi saludo cariñoso a ellos y a todos los argentinos que se reúnen a lo largo de toda la extensión de la Patria para escuchar estas palabras.
Una vez más puedo hablarles con mi verdad y con mi corazón. Con mi verdad, porque no mentí la primera vez, y con mi corazón, porque no olvidé jamás lo que debo yo y debe la Nación a los descamisados de la Patria. Cuando aquella memorable noche del 17 de octubre de 1945 salí a este mismo balcón y me encontré con ustedes, me pregunté si valía, acaso, la pena que un pueblo grande como éste se jugara la vida por un hombre humilde como yo. Vi aquella noche cómo todos los descamisados abrazaban mi nombre como una esperanza y me pregunté si sería yo capaz de convertir tantas esperanzas en realidad.
Me pesaba la enorme responsabilidad que el pueblo descargaba sobre mí y, por eso, le pedí que luchásemos juntos. A cinco años de aquella fecha gloriosa para todos nosotros, podemos decir, con legítimo orgullo, que trabajando juntos hemos construido sobre la vieja Argentina, injusta, vendida y traicionada, esta nueva Argentina, justa, libre y soberana.
Todo lo que aquella noche me parecía un sueño inalcanzable ahora es una realidad… y nos parece un sueño. Éramos un pequeño país sometido al capitalismo internacional que ahogaba nuestra economía y especulaba con el hambre de los trabajadores argentinos. Ahora somos un país respetado, no hay en el mundo fuerza capaz de ahogar nuestra economía y tenemos la satisfacción de saciar el hambre de los que antes especulaban con la nuestra. Ya ningún embajador del mundo se atreverá a meterse con nosotros, ni siquiera para ayudarnos a ganar elecciones.
Éramos un país sin rumbo, sin espíritu y sin pueblo. El rumbo nos lo marcaban los de afuera; ahora el rumbo de la Patria es nuestro rumbo; vamos donde queremos ir. Y todavía nos permitimos ofrecer a la humanidad el rumbo nuevo de nuestro Justicialismo.
Hace siete años que vengo condenando por igual los abusos del comunismo y los abusos del capitalismo.
A medida que ellos avanzan en sus luchas, con sus mismos errores, el hombre del mundo se va dando cuenta de que ninguno de los dos traerá la solución ni la paz que la humanidad anhela. Por eso los hombres honrados de todos los pueblos se suman a nuestra tercera posición.
Éramos un país sin espíritu. El espíritu de los argentinos estaba aplastado por el peso de los hombres sin conciencia, capaces de venderlo todo para salvarse ellos y vivir con el estómago lleno. Para ellos, los altos valores del espíritu eran palabras elegantes para usar los días de fiesta, como el frac y la galera. Así se explica que jurasen por Dios y por la Patria, fidelidad a una Constitución que nunca respetaron y jurasen trabajar lealmente por la Patria, sin haber hecho nunca nada por su grandeza. Así se explica que jurasen ser leales al pueblo y lo engañaran fraudulentamente después.
Ahora somos un país con espíritu. Para nosotros, sus valores son realidades de todos los días. Para nosotros, la Patria está en la realidad viva de cada argentino y mejor cuanto más humilde y más descamisado. Por eso, para nosotros, no hay nada mejor en el mundo que un descamisado. Despreciamos a quienes lo despreciaron y queremos a los que le brindan su cariño y le sirven con abnegación.
Por eso, para que los humildes hijos de esta tierra tengan un refugio permanente en sus penas y necesidades, he dejado en mi vieja y querida Secretaría de Trabajo y Previsión a mi mujer, porque sé que ella los quiere tanto como yo y quizá más que a mí mismo.
Éramos un país sin pueblo. El pueblo sufría en silencio su indignación y su dolor trabajando día y noche; cuando levantaba un poco la cabeza se la bajaban a palos o le regalaban una “semana trágica”. Vivía como ausente de su propia Patria. Ahora está de pie; sabe que la Patria es justa. Cada argentino trabaja alegre y confiado en el porvenir con las espaldas erguidas y la frente alta, porque sabe que en la Argentina justicialista la suprema dignidad está en el trabajo.
Ésta es la realidad de la nueva Argentina; y yo les pregunto: ¿es ésta la Argentina que ustedes deseaban el 17 de Octubre?
(La multitud contesta: ¡Sí! ¡Sí!)
Como todos los años, deseo también en esta oportunidad preguntarles si están satisfechos con el gobierno…
(¡Sí! ¡Sí!)
Yo sé, sin embargo, que todavía queda mucho por hacer. Todavía no hemos alcanzado la victoria definitiva, aunque hemos superado los mayores obstáculos. La lucha prosigue. El enemigo en derrota huye, pero hay que estar firmes y atentos porque la última batalla es la que da la victoria definitiva.
Aún tenemos opositores porque todavía hay brutos que no nos entienden. Pero hay también malos que quizá nos entienden demasiado. Contra ellos el remedio es el mismo: la fuerza de acción de nuestro Justicialismo.
Los imperialismos combaten a Perón porque temen al Justicialismo. Pero esta vez se equivocan. El Justicialismo no es un hombre, es una doctrina. Yo he de partir algún día, pero he de dejarles mi recuerdo. Por eso, nuestro Justicialismo debe mantenerse puro y fuerte como era puro y fuerte el primer 17 de Octubre. Si triunfamos entonces, cuando sólo teníamos una esperanza y una bandera, ¡cómo no hemos de triunfar hoy en que traemos una realidad, y nuestros adversarios, para pelearnos, tienen que hacerse peronistas!
Cada peronista tiene que ser siempre, como en el primer 17 de Octubre, un fanático del ideal. El Justicialismo necesita apóstoles y para ser apóstol hay que estar dispuesto a ser héroe, y solamente los fanáticos de amor por una causa son capaces de morir por un ideal.
Si el Justicialismo fuera sólo mi causa, yo no pediría nada de eso. Pero el Justicialismo ha dejado de ser la causa de un hombre para ser la causa de un pueblo y por ella sí valdría la pena darle todo, incluso la vida.
En este esplendoroso 17 de octubre, como en otros años, no deseo pasar esta oportunidad sin dar a mis queridos compañeros mis consejos. Para ello, he extractado en veinte puntos las verdades fundamentales del Justicialismo, que quiero leérselas:
- La verdadera democracia es aquélla donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere, y defiende un solo interés: el del pueblo.
- El peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular y, por lo tanto, no es peronista.
- El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo o a un caudillo, lo es sólo de nombre.
- No existe para el peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.
- En la nueva Argentina, el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.
- Para un peronista no puede haber nada mejor que otro peronista.
- Ningún peronista debe sentirse más de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.
- En la acción política, la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero, la Patria; después, el Movimiento, y luego, los hombres.
- La política no es para nosotros un fin sino sólo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.
- Los dos brazos del peronismo son la justicia social y la ayuda social. Con ellos damos al pueblo un abrazo de justicia y de amor.
- El peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.
- En la nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.
- Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el Justicialismo.
- El Justicialismo es una nueva filosofía de la vida, simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.
- Como doctrina política, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad.
- Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
- Como doctrina social, el Justicialismo realiza la justicia social que da a cada persona su derecho en función social.
- Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
- Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.
- En esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo.
Éstas son las veinte verdades fundamentales del Justicialismo peronista. He querido reunirlas así para que cada uno de ustedes las grabe en su mente y en su corazón; para que las propale como un mensaje de amor y de justicia por todas partes; para que honrada y lealmente las practiquen; para que viva feliz según ellas y, también, para que muera feliz en su defensa, si fuera necesario.
No quiero terminar sin dar las gracias a todos los que han hecho posible esta nueva Argentina que hoy vivimos. Mi gratitud va dirigida, en primer lugar, a todo el pueblo.
Sin el esfuerzo de todos no seríamos nada de lo que somos.
Agradezco a los hombres y mujeres que han colaborado más directamente en la tarea y que han participado activamente en la responsabilidad enorme del gobierno.
Mi gratitud no puede dejar de nombrar a esta mujer que ustedes y yo llamamos con el mismo nombre: Evita. Si hoy le hago pública mi gratitud es solamente porque sé que ustedes no me perdonarían que dejase de hacerlo.
Mi profundo agradecimiento al coronel Mercante, mi leal amigo y consejero, y a todos los compañeros trabajadores que, con brazo honrado y mano firme, elaboran la grandeza de nuestra Patria.
Mi agradecimiento, en modo especial, a todos los funcionarios y empleados que trabajan honradamente en la ejecución de nuestras tareas, compañeros incansables en las jornadas de nuestro cometido. Al excelentísimo señor vicepresidente de la Nación, doctor Quijano, y a mis leales ministros, mi afectuoso reconocimiento.
Y para terminar, compañeros, quiero saludarles deseándoles que sean inmensamente felices y, lo mismo que en otros años, los estrecho a todos en un gran abrazo sobre mi corazón.