Noche carcelaria – Testimonio de Ana Macri sobre el Golpe del ’55
“cuando la justicia no es justicia…”
J.W. Von Goethe
“A cada uno le queda siempre la fuerza necesaria para realizar aquello de lo que está convencido”
“Lo de fanática peligrosa era por sostener mis ideas aún dentro de la cárcel”
Ana Carmen Macri
“Aquello era un bochinche, una pelotera…”
¿Cómo vivió los momentos que preceden a la revolución?
Se hablaba que había una contienda revolucionaria pero no se sabía a ciencia cierta de dónde provenía; de lo contrario se hubiese desbaratado como en otras oportunidades. Esa era la manera de proceder del Presidente. En el Parlamento las comisiones nos apurábamos para hacer salir los proyectos.
Estábamos en la Cámara, y siempre pendiente de lo que se hablaba porque las cosas andaban mal, y estallaron con el bombardeo en la Plaza de Mayo. Como se acercaba el 20 de junio de 1955, Día de la Bandera, se decía que la Argentina iba a homenajear a Manuel Belgrano, tirando coronas de flores sobre la plaza; ésa fue la excusa para que pudieran despegar los aviones. La realidad fue que tiraron bombas en la Casa de Gobierno con el fin de matar a Perón.
En medio de tanta confusión con las compañeras nos dirigimos a Diagonal Norte y Florida, donde estaba Ateneo de las Artistas que dirigía Fanny Navarro. Nos instalamos en el primer piso, y estuvimos ahí a lo que Dios quisiera.
Cuando queríamos bajar por la escalera para irnos de allí porque era un peligro, había gente joven, de comandos civiles seguramente, bien pitucos, parados adentro como vigilando y la gente nos decía: “No, no bajen que el sótano está lleno de bombas”.
En ese primer momento se comentaba que el bombardeo había dejado alrededor de 100 personas muertas y en realidad fueron más de 300 y un total de 700 heridos.
Una vez que estalla la revolución en Septiembre se produce una confusión terrible, se cierra el Congreso y se pide la captura recomendada de todos los legisladores peronistas en actividad.
¿De todos los partidos?
No, solamente del Peronismo. El radicalismo estaba implicado en el golpe de Estado, en los aviones que tiraban las bombas estaba Zavala Ortiz, que era un civil, un mendocino.
Se nos informó a los legisladores que nos presentáramos a entregar las llaves de los compartimientos de la Cámara y los carnets.
Los que tenían experiencia en estas lides o que eran desconfiados, no lo hicieron, pero los que actuaron de buena fe como yo nos presentamos. En las oficinas de entrada del Congreso había una sala en la que estaban los radicales que habían estado junto a nosotros en la Cámara.
Yo lo vi a Perette asomarse para saber a quién estaban interrogando. Me pareció llamativo que días previos a la revolución habían mandado a pedir un currículum a cada uno de los legisladores.
Cuando me tocó a mí pude notar que estaban bien enterados de mi procedencia, mi infancia. Tan es así que al desgraciado que me reprocha «¡Cómo se metió usted en el Peronismo!» le respondo con un gesto de desagrado, se retira y al rato me manda un empleado para informarme que estoy detenida. Como no me habían incluido en la lista de enriquecimiento ilícito, me pude ir a casa. Ese día me avisaron que me habían robado del garaje un Fiat 1100 que había comprado con algunas facilidades. Cuando fui a hacer la denuncia a la policía de Constitución me mandan a la Jefatura de Policía. Se trataba de una treta para interceptarme. Desde la Comisión Robos y Hurtos, llamo a una amiga y cuando se presenta le digo: «tomá las llaves de mi departamento y hacete cargo de todas mis cosas».
Había mucha gente allí: delincuentes, políticos, hasta el científico de la bomba atómica, Richter. Se había decretado la captura recomendada de todos los dirigentes gremiales, políticos y legisladores peronistas. La carátula era «Perón y los otros, traidores a la Patria y enriquecimiento ilícito». Quedé en la cárcel de Humberto I°. Un año después me trasladaron a la cárcel de Olmos, por “fanática peligrosa”. Mi domicilio sufrió dos allanamientos por parte de los comandos civiles, por suerte yo había escondido en un falso zócalo de un placard toda la documentación que sustentaba este relato.
¿Qué recuerda de la cárcel?
En la cárcel de Humberto I° el trato era muy duro, la comida mala y no nos dejaban leer ni libros, ni revistas ni diarios. La población carcelaria de mujeres era muy, muy brava, criminales, con casos terribles, terroríficos, entonces yo no quise ir al dormitorio de las penadas. Me dijeron las monjas: “Mire, tenemos nada más que tres celdas de castigo, en una está Alicia Eguren”. Durante un tiempo compartí celda con ella. En nuestras charlas sobre el movimiento, no nos poníamos de acuerdo, ella era marxista.
¿Recuerda a otras compañeras de prisión?
Delia Parodi estaba conmigo en Humberto I° junto a otras diecinueve legisladoras peronistas. Era un dormitorio largo como los de hospital con las camas una al lado de la otra. Aquello era un bochinche, una pelotera… Una primera remesa salió a los quince días. Por ahí tengo la nómina y los considerandos, pero no quiero quemarlas. Para Navidad salió otro grupito, después se puso más difícil. Las últimas en salir fuimos Delia y yo. Habíamos compartido con Delia, María Rosa Calvino de Gómez y Susana Corretché (senadora por la provincia Eva Perón, hoy provincia de La Pampa) una pequeña habitación de seis camas con una ventanita que se comunicaba con la celda de la monja que nos cuidaba. Por la noche nos encerraban con llave y no nos abrían ni para ir al baño.
Encerradas en ese cuarto, ¿cómo transcurría el día?
Hablábamos de todo, jugábamos a las cartas. A la noche chusmeábamos despacito con la luz apagada, burlando la vigilancia… Extrañábamos las alegrías y las cosas del exterior como la comida y la bebida.
Cuando pasaba el Director de los Penales yo aprovechaba para protestar por la forma en que nos tenían. Nos habíamos dado cuenta de que el hombre era un poco flojo, entonces lo agasajábamos, le servíamos café y yo aprovechaba para expresar las quejas sobre nuestra situación. Sabíamos que los hombres estaban mejor que nosotras en la cárcel. Ellos podían jugar a la pelota en un gran patio, recibir periódicos. Como gran conquista nos hizo llegar una radio. Eso le costó la cabeza.
¿Delia Parodi fue elegida para liderar el movimiento de las mujeres?
Como consecuencia del golpe militar del año 55, Delia fue perseguida y encarcelada junto a mí y otros legisladores. A pesar de ello, desde allí mantuvo contactos que la eligieron virtualmente como conductora de la rama femenina del movimiento.
En su larga y tesonera batalla política tuvo rasgos de valor físico e intrepidez moral. Ni la cárcel ni las injustas y tremendas persecuciones de la tiranía de turno consiguieron derrotarla.
¿Tuvieron algún contacto con el exterior?
Un día la monja nos dijo que había unos periodistas que querían conocer la cárcel. Después pidieron vernos. Decidimos dejarlos pasar y conversamos. Yo empecé a hablares del momento actual, de la injusticia de estar detenidas. Entre ellos había dos o tres muchachos abogados. Y hablé contra Aramburu, diciendo todo lo que había sido Perón como el más grande, entonces ellos me preguntaban cuál era mi nombre y yo les dije “para qué quieren saber mi nombre”, y agregué “porque yo sé lo que viví, lo que yo siento”; y de repente otra vez cuál era mi nombre y bueno, les dije que tenía prisión perpetua de acuerdo a mi expediente como infame traidora a la patria, les expliqué por qué había sido infame y traidora, fue un manifiesto, no fue una cosa de la Cámara. Entonces… “bueno, mi nombre es Ana Macri, total de acá, prisión perpetua, la muerte”, entonces se fueron.
A los tres días cuando viene la monja y me dice; “Ana Macri, con todo”, cuando a un preso le dicen ‘con todo’ significa que agarra sus bártulos y va ¿a dónde?, o a la libertad o a un traslado de cárcel.
Yo voy a la planta baja, estaban dos policías, una mujer policía vestida como particular y el otro de uniforme; salimos de allí, tomamos un taxi hasta Constitución, el tren a La Plata. En La Plata la Jefatura de Policía, me hicieron la impresión digital y esperé mucho en un coche que me llevara a la cárcel de Olmos; ahí fue el traspaso, yo estaba muy asustada y desorientada.
¿Y Delia?
Delia quedó en Humberto I°.
En Olmos estaba la Congregación del Huerto, las mismas que habían trabajado en el Hogar de Tránsito n°2; eso me facilitó un poco las cosas, pues teníamos mutuo conocimiento, desde la Fundación Eva Perón se las había ayudado en sus obras.
Por medio de Renzi que también estaba en Olmos, en una carta que yo le mandé y que él me contestó sabía quiénes habían llegado, qué pasaba allá en Humberto I°.
Después cuando pasó el tiempo y salían todas y quedé yo sola me agarró una cosa que no quería salir de la cama, no quería comer, me dije que conmigo era la perpetua porque habían salido casi todas, quedamos Delia Parodi en Humberto I° y yo en Olmos.
En Olmos estaba en una celda individual, de muy pocos metros, de noche la cerraban con un gran candado.
¿Cómo logra salir de ese estado depresivo?
Me visita en la cárcel de Olmos un sacerdote franciscano, que yo había conocido en mis años de la escuela primaria, en la calle Republiquetas; no dejan que me vea, no sé si por problemas de horarios, o para castigarme. El sacerdote me deja una postal, que sí llega a mis manos, y esas palabras me ayudan y empiezo a sentirme mejor.
La amiga que se había hecho cargo de mi departamento, Clara Maransana, era la única que me visitaba en Olmos, dos veces por semana, era un gran sacrificio por el tema del dinero y transporte.
Entonces el Diputado Rocamora, presenta un habeas corpus por mí y ahí removieron un poco las cosas para mi liberación. No me dieron la libertad enseguida, me llevaron a casa; de allí me esperaron para llevarme a Santa Fe con el Sr. Lavia, que había sido Diputado Nacional cuyo hijo arquitecto fue elegido después para hacer el anexo del Congreso. Él había sido delegado del Partido Masculino en Santa Fe y también estaba Otero, gremialista, fuimos los tres en un auto.
En Santa Fe, siendo yo delegada de Eva, tenía un pedido de juicio por malversación de fondos, ¿cuál era la malversación de fondos?, que yo tenía empleadas del Ministerio de Educación adscriptas a la Sede del Partido, se las había pedido al entonces Ministro de Educación Rafael Rapella, que después vino como Senador Nacional porque yo le hablé a Evita de lo que había ayudado al movimiento. Fue el único que eligió Eva de Santa Fe para el Congreso Nacional, como reconocimiento, junto a Hilda Castañeira que también representó a la Provincia de Santa Fe como Senadora Nacional.
¡Qué grande era Eva!, no se le escapaba nada, nada. Lo hizo en agradecimiento y reconocimiento.
Tuve un buen abogado y enseguida me dieron la libertad. Tengo guardada toda la documentación, todos los papeles.
Usted nos comentó que tenían visitas, ¿ahí les pasaban noticias de lo que sucedía?
Con la amiga que me visitaba en Olmos, nos habíamos puesto de acuerdo. Ella se ponía una pollera ancha y yo también; ella llevaba la publicación de entonces “Palabra Argentina”, que eran dos o tres páginas de la realidad del momento peronista y nos pasábamos con disimulo las páginas, la monja se cansaba de pasar y dale, dale… entonces después cuando yo llegaba a la celda le decía a Alicia: “Negra fíjate esto” y comentábamos los escritos.
Y había una enfermera de la cárcel, se hacía amiga nuestra, creíamos que era amiga pero era policía y pasó el dato, entonces vino un inspector. Yo tenía en la celda una fotografía de Eva sacada de una revista y estaba el decreto 4161 – autoría de la revolución “liberticida”- que prohibía el himno peronista, el distintivo, nombrar a Perón y a Eva y teníamos de uno a cinco años de cárcel según el decreto; entonces vino el inspector de penales, entró al calabozo, miró y me dijo:
“—¿Usted sabe que no puede tener eso? Está el decreto 4161.
—Sí, yo sé, pero…, primero que no la tengo como mujer política, yo la tengo como si fuera mí madre, y segundo que yo tengo prisión perpetua, cinco años no son nada.
—No importa, de igual manera…
—Sí, sí, lo voy a retirar”
Delante de él lo saqué, pero después lo volví a colocar.
¿Cómo se entera usted de la noticia de los fusilamientos?
Ya hacía un año y medio que estaba en Olmos; era 1957, la amiga que me visitaba fue a decirme que en esos días se iba a hacer el homenaje a los fusilados un año anterior, a los muertos de José León Suárez.
Esa noche me despierto a las once de la noche impresionada por el relato de los fusilamientos y me pongo a escribir. Yo no soy de escribir poesías y era sorprendente; yo no podía escribir con la ligereza que la mente me dictaba, era como si otra persona me lo dictara y yo escribiera. Desde entonces creo que existen espíritus que están todavía rondando al ser humano, porque yo no pude haber escrito eso. A la poesía le faltará valor literario, pero encierra un mensaje muy sentido.
¿Cómo le anuncian su libertad? ¿Cómo se entera de la quema de Iglesias?
Me anuncian la libertad. Me entero de cómo se quemaron las Iglesias.
Era el 2 de Julio, el aniversario de la congregación de las monjas del Huerto. Siempre invitaban al Arzobispo de La Plata, pero éste nunca iba. Y ese día les anunció que iba a ir. Las monjas estaban enloquecidas. Cuando llegó el Arzobispo me mandó a llamar y me dijo que había visto al General Perón en Venezuela, que yo iba a quedar libre y que lo visitara en La Plata. Luego pasamos a otro tema. Yo le dije que, en mi opinión, la Iglesia había estado mal en echarle la culpa a los peronistas de la quema de las iglesias; él me respondió que la quema de las iglesias había sido obra de once chilenos contratados para ese fin por los que luego serían los gestores de la revolución libertadora.
Yo no dudo de la presencia de gente extraña en este hecho, pero nunca pensé que hubieran contratado gente de otro país. Siempre estuve segura de que el peronismo no había sido… Si el peronismo hubiera dado esa orden, hubieran sido todas las Iglesias porque las Unidades Básicas estaban en todos los barrios. Además, Perón era creyente, así que no hubiese sido capaz. Además, tanto Perón como Evita eran Terciarios Franciscanos nombrados por esa Congregación en agradecimiento a la ayuda que ambos brindaron a la misma y a los humildes.
Esto es lo que yo supe con respecto a la quema de las Iglesias, me lo contó el Arzobispo de La Plata, Monseñor Plaza.
Estuve detenida dos años y medio. Y aquí comienza otra etapa.