Carta de Perón a Mercante desde la Isla de Martín García

Isla de Martín García, 13 de octubre de 1945

Sr. Tcnel. D. Domingo Mercante

Bs. As.

Mi querido Mercante:

Ya estoy instalado aquí, incomunicado a pesar de la palabra de honor que me dieron en su presencia. El Independencia me condujo y cuando llegue aquí supe lo que vale la palabra de honor de los hombres.

Sin embargo yo tengo lo que ellos no tienen: un amigo fiel y una mujer que me quiere y que yo adoro. Mando más que ellos porque actúo en muchos corazones humildes. Desde que me «encanaron» no hago sino pensar en lo que puede producirse si los obreros se proponen parar, en contra de lo que les pedí. No le pido que venga porque no lo dejarán que me vea: tal es la prohibición según me han comunicado acá.

Le he escrito al General Farrell pidiéndole que me acelere al plazo mínimo el retiro del Ejército que solicité y le ruego que usted me haga la gauchada de ocuparse de ello a fin de terminar de una vez con eso. Si el General Farrell se ocupa puede salir inmediatamente. Yo le saqué en el día el del Tcnel. Ducó.

Hoy le escribo a Evita pidiéndole una radio para no estar tan aislado, se puede mandar por el barco llevándola al puerto. El Coronel Job le puede informar cómo se hace.

Escríbame con las novedades de esa pues aquí llegan sólo lo de los diarios y un poco tarde.

Le encargo que arreglen con Subiza para plantear mi caso en forma legal, pues yo no he cometido delito alguno ni militar ni civil. Si estoy a disposición del P. E. tengo el mismo derecho de los demás para acogerme a la ley. Sería interesante que me informara cuál es mi situación pues aún no sé de qué se trata.

Aquí no se está mal del todo en lo material. El clima parece bueno y el jefe de esto es un hermano de Ladvocat que parece buena persona; sólo he conversado brevemente y me ha resultado lo más correcto y camarada de cuanto he tratado hasta ahora; aquí hay un mayor Copello que es un excelente camarada y que esta tarde he charlado con él, ambos han sido del Ejército.

Me ha hecho gracia que algunos creyeran que yo me «iba a escapar». Son unos angelitos pues si lo hubiera querido hacer tenía diez Embajadas con amigos que me hubieran acogido con los brazos abiertos. Ellos olvidan que yo soy un «soldado de verdad» y que si no hubiera querido entregarme hubiera sido otro el procedimiento que habría seguido. Con todo estoy contento de no haber hecho matar un solo hombre por mí y de haber evitado toda violencia. Ahora he perdido toda posibilidad de seguir evitándolo y tengo mis grandes temores que se produzca allí algo grave. De cualquier modo mi conciencia no cargará con culpa alguna, mientras pude actuar lo evité, hoy anulado no puedo hacer nada.

Lo que me revienta es que no puedo dormir. Mis nervios han hecho crisis luego de estos dos años de tan intensas sensaciones y comienzan hoy a desquitarse de todo lo que los tuve tensos. Sin embargo estoy tranquilizándome poco a poco.

Le encargo mucho a Evita porque la pobrecita tiene sus nervios rotos y me preocupa su salud. En cuanto me den el retiro me caso y me voy al diablo.

Salude a todos los amigos y en especial al «peronismo». Dígales que estoy pasando lo único que me faltaba para completar mi personalidad: hasta ahora no había tenido la oportunidad de «ser víctima» y con todo se aprende en esta vida, aunque sea a costa
de sacrificios tan penosos como éste.

La ingratitud es flor lozana de nuestros tiempos. Se la vence con los valores eternos y esos Dios no los reparte sino en una ínfima proporción de los vicios. La virtud crece con el sufrimiento y el dolor es su maestro, esperemos de Dios la recompensa, que los hombres son pérfidos y traidoramente injustos.

Querido amigo: usted es de los exelsos [sic] por eso vivirá amargado pero con una conciencia feliz. La conciencia es la madre del alma, por eso nos adormece con una canción de cuna cuando está pura y limpia.

Con mi abrazo fraterno y amigo le lleguen todos mis sentimientos y todos mis amistosos recuerdos.

Un gran abrazo (firmado) Perón.

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